
Encadenado a la realidad miro a través de mis esencias, sin pavanas que me susurren al oído nuestro destino, sin espejismos recurrentes que cercenen nuestra luna, mientras mi mente se interroga en la partida, bayadera embrujada, con la misma pregunta de antaño: ¿habré de beber las aguas del Leteo?
¿Hasta dónde llegarás, luna menguante? Invéntame, tal vez, culpable de tus silencios y los míos, o al menos esparce algunos pétalos blancos si has decidido abrir un sarcófago, y deja una pequeña moneda debajo de mi lengua con la que pueda sobornar a Caronte mi traslado de vuelta.
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